Nuestra permanente búsqueda de un futuro mejor lleno de bienestar, salud y confort nos motivan a construir sueños y a imaginar escenarios posibles que nacen como resultado de algún trabajo, un emprendimiento e incluso del azar. Sin embargo nos sorprende el amanecer en el mismo sitio donde anocheció, por lo tanto nuestra anhelada realidad está igual de lejos que cuando comenzamos a pensar en ella.
La zona de confort como concepto,
implica la incapacidad para tomar acción, para abandonar la cotidianidad que
nos da la tranquilidad de un presente previsible y al cual ya nos hemos
acostumbrado y adaptado. Reconocemos que no necesariamente es lo que queremos
para nuestra vida, que nos gustaría viajar, tener otro trabajo, estudiar una
carrera o una maestría y poder llevar a la familia a unas vacaciones
especiales, etc., sin embargo nos atemoriza la incertidumbre del futuro, el
riesgo de abandonar nuestro espacio que nos brinda seguridad y en el cual hemos
construido un estilo de vida que nos invita cada día a permanecer donde
estamos.
Dar el primer paso es un grito de
rebeldía, es el reconocimiento de que hay algo mejor en el futuro, una meta que
nos espera y a la cual no llegaremos sino emprendemos la marcha ahora mismo.
Muchos han sido los días y las horas donde imaginamos que valía la pena
preparar el equipaje para partir hacia nuevos y mejores destinos, pero también
fueron muchos las dudas y miedos que nos asaltaron antes de tomar la decisión.
El presente nos asegura una rutina que nos vuelve conformistas ante nuevas
oportunidades, nos vuelve temerosos ante los llamados a abandonar el hoy y asumir al reto de ser constructores y
protagonistas de nuestro futuro.
Dar el primer paso nos permite
reconocer que debemos tomar decisiones que implican renunciar a algunas cosas,
personas y lugares, significa buscar nuevos y desconocidos horizontes. Como
Ulises al salir de Ítaca, asumir el riesgo de recorrer nuevos mares llenos de
cíclopes, monstruos y sirenas, descubrir que cada día comienza a ser un reto
que sólo termina con el cansancio del anochecer y la labor cumplida. Dar el
primer paso nos lleva a vivir nuevas experiencias que alimentan el espíritu y fortalecen
la mente y el corazón.
Salir de la zona de confort y dar
el primer paso nos sugiere que no debe haber marcha atrás, que el camino es
hacia adelante, con todo lo que eso significa que encontraremos; alegrías,
tristezas, dificultades, rechazos, burlas y quizá humillaciones, pero si
tenemos claro el destino, soportaremos todo esto hasta llegar nuevamente a ese
futuro que fue tejido con los hilos de oro y plata que tanto nos costó
conseguir.
Dar el primer paso es la
evidencia de que el presente que vivimos no nos satisface, que merecemos algo
mejor. Reconocemos el motor que impulsa nuestra determinación a protagonizar
una nueva historia que nos llevará por caminos nuevos para nosotros pero que ya
han sido recorridos por otros y es posible que a medida que avancemos vayamos
encontrando algunos que vienen de regreso, los que desfallecieron en el
intento, los que se atemorizaron con el primer viento fuerte, los que quisieron
pero no pudieron. Es posible que encontremos en ese viaje a otros que van a un ritmo
más lento, seguros de querer llegar también pero que prefieren ir descansando
para tomar nueva fuerzas y también veremos los que a lo lejos nos animan a no
desfallecer, los que son pioneros de su propio destino. Así que ser seguidor no
está mal, al contrario, son ellos los que nos inspiran y nos llevan a
conquistar nuestros temores, los que saben que el nuevo amanecer está cerca
para todos los que se arriesgaron a emprender el camino y a DAR EL PRIMER PASO.
Material recopilado por Esp. Jorge Cortez, Ing.