Ser optimista es la clave para encarar mejor los problemas y buscar soluciones, vivir menos estresados, adaptarse a los contratiempos y estar de mejor humor.
Estamos hartos de leer textos en todas las redes sociales
sobre la búsqueda de la felicidad y, para ser realistas y sin ánimo de
fastidiar a nadie, la felicidad no existe como estado de ánimo constante. No es
posible ser felices al cien por ciento los 365 días del año, porque, entre
otras cosas, no podemos controlar que todo lo que nos pase vaya a ser bueno.
Pero lo que sí podemos hacer es reeducar nuestra actitud a la hora de afrontar
el día a día de forma más optimista. Y resulta que es mucho más fácil y menos
utópico que vivir en busca de un estado de felicidad permanente.
Relativizar
A lo largo de la vida pasan cosas maravillosas, buenas,
malas, horribles… pero muchas veces damos demasiada importancia a ciertos
sucesos que, a la larga, comprobamos que no eran para tanto. Es normal que nos
sintamos rabiosos o frustrados si nos ha salido mal un examen o si nos han
despedido de un trabajo, pero no debemos dejar que esos sentimientos nos
amarguen más de la cuenta. Estas cosas pasan. A todos. Y volverán a pasar. No
es para tanto, solo hay que pensar en lo que podemos hacer para mejorar la
próxima vez y seguir intentándolo. No decimos que haya que pasar de todo o no
dar importancia a lo que nos ocurre, es lógico que nos sintamos mal cuando algo
no sale como esperamos, pero una cosa es disgustarse un rato y otra muy
distinta tener ganas de tirarse por un puente. Hay que relativizar: dar a los
contratiempos el valor que realmente tienen, no dramatizar y tratar de
recomponerse de la experiencia lo antes posible. Lo que a la larga tiene
importancia sobre nosotros no es el suspenso o el despido, sino la actitud con
la que afrontamos el problema y cómo lo solucionamos (si es que tenía solución)
o hacia qué otra cosa nos enfocaremos (si no la tenía).
Aprender
Eso tan manido de aprender de los errores está bien, pero no
es muy realista. Aprendemos de las experiencias, claro, pero nuestro carácter y
personalidad nos hacen más proclives a cometer algunos tipos de errores con
mayor asiduidad que otros. Es cierto que de cada experiencia (positiva o
negativa) sacamos una lectura, pero eso no nos garantiza que no vayamos a meter
la pata de nuevo en el futuro. Aun así, aprender es importante. Aprender de
nosotros mismos, de lo que ha causado el problema y sobre todo de nuestra
reacción. Como decíamos, la vida está llena de momentos buenos y momentos malos
y no se trata de aprender a sortear los malos, sino de saber enfrentarse a ellos
con el talante apropiado.
La felicidad de las cosas pequeñas
No podemos permitir que el abatimiento que sentimos lo pinte
todo de negro, hay que saber compartimentar y disfrutar de lo que nos gusta. Al
principio hablábamos de que la felicidad no era un estado de ánimo constante,
sino que más bien se trata de saber disfrutar de momentos concretos. Hay gente
que se siente feliz jugando con su perro, tomándose un descanso para leer un
libro, nadando, saliendo a pasear por el campo, etc. Los pequeños momentos
felices se dan casi todos los días de nuestra vida, siempre que no dejemos que
queden eclipsados por nuestro nefasto estado de ánimo. Si algo nos ha ido mal,
es natural que nos pongamos de mal humor, pero necesitamos aprender a no dejar
que afecte al resto de cosas. De hecho, si tenemos un mal día, la forma más
eficaz de que mejore es poniendo en práctica esas simples cosas cotidianas que
nos hacen sentir bien.
No hacerse mala sangre
Los pensamientos circulares no conducen a ningún sitio, pero
es que además envenenan. Si nos pasamos el día recordando todo lo que ha ido
mal, a todos los que querríamos devolvérsela y lo desgraciados que somos, lo
único que conseguiremos es sentirnos todavía peor. Grita, quéjate, suelta unos
cuantos tacos, llora o haz lo que necesites para expresar tu rabia, pero
aprende a terminar pronto con eso porque lo único que conseguirás prolongándolo
es herirte. Si somos de dar muchas vueltas a las cosas, antes de ponernos
demasiado siniestros, debemos intentar enfocar nuestra furia hacia algo
creativo. Eso nos distraerá y hará que nos sintamos mejor, además, ¡quién
sabe!, quizá de todo ese mal trago resulta que nos sale una obra de arte. Las
personas que potencian la creatividad son capaces de encontrar soluciones
alternativas y de sacar cosas alucinantes de malas experiencias.
Pensamientos positivos
La gente, cuando ocurre algo malo, suele decir “mira el lado
bueno…”. La verdad es que, generalmente, el lado bueno de la experiencia (si es
que lo tiene) no se ve hasta que ha pasado un tiempo bastante considerable y lo
que nos pasó ya no nos afecta. Pero una manera práctica de afrontar mejor lo
ocurrido es buscar los caminos alternativos que puedan hacer que nuestra
situación mejore. Hacer nuevos planes, fijarse distintas metas, intentarlo de
nuevo… Esto no quiere decir que no nos tengamos que sentir afectados, sino que
tenemos que intentar reorientar nuestros pensamientos pesimistas y convertirlos
en algo productivo que nos permita sacar la cabeza del hoyo cuanto antes.
Ya sabes, siendo un poco más optimistas, encararemos mejor lo
que que está por venir y los problemas nos afectarán en menor grado.
Información recoplidada por Jorge Cortez